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El amor al maíz





El abrirse a nuevas experiencias y formas de pensar de otras personas, no solo es deseable, sino indispensable para nuestro propio desarrollo interno.Alguna vez afirmó Carl G. Jung que el encuentro entre dos personalidades es como el contacto de dos sustancias químicas: Si hay alguna reacción, ambas son transformadas.


El pasado 20 de marzo fue el último día de la Feria del maíz en Ixtenco, Tlaxcala. Y en esta ocasión, les voy a compartir un pedacito de esa experiencia que hizo un eco en mí.


Ese día, el domingo 20 de marzo, leí precisamente en Quorum Informativo, sobre la feria del maíz, y como tenía planeado ir a la Malinche, decidí hacer una escala en Ixtenco.


Al pensar en una feria esperaba algo mayor de lo que había en el lugar, sin embargo, en un sitio tan pequeño había abundancia.

La mayoría de los productos ofrecidos eran basados en el maíz claro o de colores. La gente mencionaba orgullosa que vendían maíz criollo, sin transgénicos ni fertilizantes. Se ofrecía al público atole, galletas, elotes preparados, esquites, gorditas, guisados, tortillas,  muñecas de hoja de maíz, artesanías, libros y ropa confeccionada a mano.  Todo mostraba abundancia en color, sabor, herencia.

La experiencia fue muy agradable, ver a niñas y niños jugando en un pequeño parque en el zócalo, promotores de la cultura del maíz, gente comiendo, personas admirando los colores ofrecidos, y disfrutando de una pequeña muestra de la riqueza de este país.



Me sigue resonando la mirada, la voz y la profundidad emocional con la que la señora             Refugio del Sagrario platica sobre el cariño que siente por su maíz. Mientras habla, la            


escucho y miro los colores intensos de las mazorcas moradas, azules, rojas, rosas,                   amarillas, multicolores; ella describe con cariño los tonos del maíz, y luego pregunta:

 "¿Cómo uno no se va a encariñar con sus mazorcas, con su tierra? ¿Cómo no                                maravillarnos de estos colores que nos regala la madre tierra?", y cuenta  que, después de      tantos años de sembrarlo,  la madre Tierra les da una sorpresa al ver un tono  nunca antes visto, una nueva combinación y sonríe con la misma dulzura que registró mi cámara.


La reverencia, gratitud y respeto con la que se expresaba de la Tierra y del maíz, me  pareció muy valiosa y quise transmitirles un poquito de la visión de esta señora, que nos contrasta la perspectiva mecánica y utilitarista que en general tenemos sobre los                      alimentos y cómo los ingerimos.

*Publicado originalmente en Quórum Informativo


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